jueves, 27 de septiembre de 2012

grajos de Olvido García Valdés

 Alexei Savrasov, Han llegado los grajos (1871)

El trajín de los grajos que se van y vuelven

como si hubieran errado. Nada

mejor que hacer que mirar pájaros,

si no es mirar árboles,

ahora que son ramas de grumos, materia

de luz tierna casi líquida,

vegetal y violenta, buena
para comer y morir. Casi aún líquidos
endulzan o hipnotizan curvas
de alimento y de náusea. Si
verde fueras, amor, muerte
serías. De la delgada
y de bajo tierra luz. Ahora que
casi es de noche brota el trino
del mirlo punteando en el aire
quieta lluvia imperceptible.

Olvido García Valdés, Y todos estábamos vivos, Tusquets, 2006.

lunes, 24 de septiembre de 2012

El origen del mundo, de Pierre Michon

El origen del mundo (La Grande Beune), 1996
Pierre Michon
Anagrama, 2012,  83 p.

Esta pequeña ¿novela? es otra densa pieza de literatura lenta, de esa que se degusta con pausa, deteniéndose en las metáforas y en el tono de una prosa fértil y caudalosa como las aguas del gran Beune, el río que atraviesa sus páginas como algo más que un escenario para una pasión. Mientras que en Vies minuscules (Vidas minúsculas, ed. Anagrama) el equilibrio entre belleza de la prosa e intensidad de las ideas y del argumento (o argumentos) era más completo y complejo, aquí la prosa señorea sobre lo narrado, que parece quedar en segundo plano. Dicho de otro modo: la maestría de Michon convierte una historia banal en un ejercicio de excelente literatura.

En efecto, el argumento es bien sencillo: En septiembre de 1961 un maestro de apenas veinte años obtiene su primera plaza en un pueblo aislado en el departamento francés de la Dordogne, cerca de las cuevas de Lascaux y sus célebres pinturas rupestres. Allí, la hermosa estanquera Yvonne despierta en él un deseo intenso y desbocado, obsesivo. Pero no sólo ese deseo es bestial, primitivo: también la vida en el pueblo de Castelnau tiene esa propensión hacia lo salvaje y primario. Así, por ejemplo, los personajes de Helène, la hostelera que hospeda al protagonista, maternal y generosa; JeanJean y Jean el Pescador, etc. Otro ejemplo es la magistral narración del encuentro con la estanquera en el linde del bosque, la seducción interrumpida por la irrupción de los niños que pasean el cadáver de una raposa de casa en casa para que les den un puñado de monedas o unos huevos: la carne que no se termina de dar, el cuerpo humillado del animal que luego darán de comer a los perros. Ese mundo salvaje y despierto a los sentidos, cercado por un río preñado de peces y secretos, no se halla por casualidad cerca de las escenas primitivas de las pinturas de Lascaux, el origen del mundo.

Michon es literatura concentrada: densidad, largas frases, metáforas y símiles, juego simbólico. La complejidad, sin embargo, se ajusta a una escritura muy musical, dotada de ritmo y armonía, que fluye como el río Beune y embriaga como un buen vino de Burdeos. Pero también muy visual, telúrica, llena de sensualidad. Así nos dejamos llevar por las divagaciones y recuerdos de ese maestro que años después bucea en sus emociones, en un erotismo de ensueño, primario, y en un mundo de personajes simbólicos e intemporales.

sábado, 8 de septiembre de 2012

que va sabiendo


mis pasos en la arena seca no dejan huella: buscar una caracola erosionada, otra huella de nada, de nadie, abre un camino a las preguntas: qué falsa libertad ese no dejar huella, me dices, si después todos se anudan cuerdas semejantes: es la trampa en la que caemos todos: hoy sólo encuentro conchas vacías, nada que contenga en sí el espacio, lamentas: después, de vuelta al coche, el ruido de las olas todavía, acaricias una piedra pulida como un ojo que va sabiendo

sábado, 1 de septiembre de 2012

la cultura y los torreznos

El festival de performance Out of mind ha traído al Centro de Historias de Zaragoza a Los Torreznos y su pieza “La cultura”, que desde 2007 es uno de los ejes de su trabajo en el arte de acción. Esta performance se inscribe en un tipo de acciones que juegan con la idea de conferencia. En esta misma línea, hace unos años también pudimos ver en Zaragoza en la Casa de la Mujer la “conferencia-performance” de Esther Ferrer, “El arte de la performance: teoría y práctica”. Como en la de Esther Ferrer, aquí también se juega con el silencio y el tiempo, con la repetición, el ritmo y la verborrea desatada, creando un discurso que, más allá de hablar de o sobre un asunto, actúa sobre él, desembocando en la reflexión desde un lenguaje más escurridizo y libre que el de la mera palabra.

Los Torreznos (Rafael Lamata y Jaime Vallaure) no hablan de la cultura: actúan sobre la cultura. La performance comienza con un repetido estribillo, “la cultura la cultura la cultura…” para, tras un silencio, pasar a las personas del verbo que forman la cultura: “yo yo yo yo yo yo…” (¿el ego del autor?, ¿la soberbia de quien se cree más culto que otros?), “tú tú tú tú tú…” (¿oposición o reconocimiento del otro?); el “nosotros nosotros nosotros nosotros…” (¿la identidad, el grupo cultural?) frente al “ellos ellos ellos ellos…” (¿el público?, ¿confrontación de culturas, grupos, generaciones?). Luego se pasa al “no no no no no…”: negación de lo que es cultura, pero después también negación de otro tópico, el de la incultura: “no hay nadie inculto”. Sin inteligencia (y educación) no hay lugar para la cultura, parecen decir con la frase “si te cortan la cabeza no hay cultura”; pero, además, “si te cortas la cabeza no hay cultura”: también nosotros somos responsables de cómo accedemos al arte, la literatura, el cine, de cómo la afrontamos o la negamos, etc. Y la denuncia de una vieja falacia, la de la cultura como imposición extraña: “¡Esta no es nuestra cultura, es una cultura de otros!”, olvidando que toda cultura que se precie no es otra cosa que un cruce bastardo de culturas que se enriquecen mutuamente, negación que sirve de justificación para el menosprecio de la cultura en todas sus manifestaciones.

Pero la cultura no está en los latinajos, la cultura es “pensar”, “hablar”, “hacer”, y “hacer pensar”, “pensar hacer”, “hacer hablar”, etc. La cultura está en la recepción, en ese “me gusta” ebrio que va de la pedantería a la capacidad de asombro pasando por la reflexión crítica, en el dejarse llevar o en los prejuicios culturales. Por último, y quizá lo más divertido de la performance, sea una doble parodia: por un lado, la de la cultura como liga de fútbol de nombres de grandes creadores (“¡y Goooooya, Goya Goya Goya Goya!”), y el de la adoración de los iconos-autores y héroes de la cultura (ya sea “alta” cultura o ya sea cultura pop: Nietzsche o Superman) como líderes de masas. El juego con la cultura termina, cómo no, con el aplauso: el de ellos mismos actuando sobre el hecho de aplaudir, mientras el público aplaude, divertido y desconcertado por un aplauso que parece no terminar nunca, inmersos como estamos en la maldita cultura del aplauso.

Pongo aquí abajo un vídeo que resume la performance. Es una de las primeras versiones, en Valencia en 2007, y por supuesto ha habido bastantes variaciones, pero da una idea de lo que ha supuesto la actuación de esta tarde en Zaragoza: acción sobre la cultura, reflexión y juego fértil.